¿Porqué Spanos?

Hay dos buenas razones para ello, la una histórica, la otra práctica.

Cómo va a descubrir en estas páginas, si bien desconocemos si en el principio de los tiempos nos denominábamos a nosotros mismos así, sí que sabemos qué así éramos conocidos por los que según parece fueron los primeros en nombrarnos, los egipcios prefaraónicos que en sus historias fundacionales dicen provenir de nosotros, en una época tan temprana qué el pueblo que construyó las famosas pirámides aún ni existía, tan solo empezaba a reunirse y formarse.

Ellos, esos que empezaban a ser egipcios, a nuestra tierra, a nuestra nación, la conocían cómo Trono o Reino del Océano o los Océanos y el jeroglífico qué tenía ese significado lo leían cómo SPANIA por lo que, en buena lógica, los habitantes de Spania, del Reino qué hoy sabemos se extendió por todos los Mares y Océanos, incluidos los que esos primigenios egipcios ni sabían que existiesen, debieron ser llamados SPANOS.

Sabemos qué, más de dos mil años más tarde, los fenicios al referirse a nuestra tierra la denominaban en su escritura sin vocales (que aprendieron de nosotros) שפן, que en nuestro alfabeto se translitera cómo SPN, y aunque lo podemos suponer, no sabemos con certeza cómo pronunciaban ese nombre.

Lo que si qué sabemos es qué lo tomaron y usaron para denominar a todos aquellos que trabajaban con los metales, los metalúrgicos, los herreros, los forjadores, lo qué nos revela algo de suma importancia:

Cuando alcanzaron nuestras costas o, lo que es mucho más probable ya que fuímos el primer pueblo en empezar a navegar, cuando nosotros alcanzamos las suyas, ellos aún no conocían los metales más allá de, cómo mucho, algunos artículos de metal qué habían llegado a su tierra por comercio, seguramente transportados y comerciados por nosotros, y algo que se encontraba en la naturaleza en forma de pepitas o que veían cómo vetas en algunas piedras sin conocer cómo sacarlo de ellas más allá de rompiéndolas a golpes porque no sabían ni extraer ni trabajar el metal.

 

¿Qué por qué sabemos eso?

Pues porque esa actual moda de usar palabras ajenas al lenguaje propio cuando nuestro lenguaje dispone de la palabra correcta es eso, una moda manipuladora, estúpida, criminal y traidora qué nos hace llamar al hermano "brother" o a la descarga "download" (literalmente "down", bajo y "load", carga, "carga baja" pues) y a tantas y tantas cosas usando palabras ajenas a nosotros qué, en la mayoría de los casos, ni son mejores ni más determinantes y qué se nos incita a usar para ir difuminando y haciendo desaparecer nuestra identidad.

No, antes de esa manipulación convertida, para propagarla, en estúpida moda, las lenguas tan solo adoptaban palabras nuevas con significados nuevos cuando lo que esas palabras denominaban no existía ni era conocido para aquellos que hablaban esa lengua y, por lo tanto, no había palabra alguna para designarlo en ella.

Así pasó con la patata, el tomate, el chocolate o el aguacate entre otras palabras de origen indígena americano qué, en español, no existían antes del descubrimiento colombino por qué, si antes llegaron a existir, se perdieron con el tiempo al perderse nuestro idioma original tal y como se perdió el nombre de los canales de regadío por las sucesivas invasiones que nos asolaron y, tras más de ochocientos años de dominio musulmán sobre la península, acabamos por adoptar la palabra de origen árabe, acequias, para denominarlos.

Así pues, si para los fenicios los SPN éramos los metalúrgicos, los herreros, los forjadores, es por la sencilla razón de qué cuando ellos llegaron a nuestras costas aún no conocían cómo fundir los metales, trabajarlos, alearlos y forjarlos y eso tan solo significa una cosa:

Aún estaban en la Edad de Piedra.

 

La pronunciación

Hemos dicho qué no sabemos con certeza cómo pronunciaban los fenicios nuestro nombre, qué escribieron cómo SPN, y no lo sabemos con certeza aunque si lo podemos presumir porque los Cartagineses, una colonia fenicia, se referían a nosotros cómo ISPANOS y a nuestra tierra cómo ISPANIA y, mucho más tarde, veremos cómo se nos denomina de forma similar, Ispan o Ispanhia en la lengua árabe, qué tiene sus orígenes en parte en esa lengua fenicia.

Esa "i" inicial, al igual que la posterior "hi" romana tiene su origen en cómo se pronuncian las letras en cada idioma.

Lo podemos ver, por ejemplo en la palabra italiana (siciliana cómo veremos y comprenderemos más adelante) "spaghetti" que nosotros, igual que los sicilianos y por extensión todos los italianos, pronunciamos cómo "Espagueti", no "ispagueti" ni "hispagueti" porque para nosotros la letra "S" se lee "ESe" ya qué si no es aspirada a principio de palabra se complementa apoyándola en una "E" inicial.

En la historia reciente tenemos un triste y sangrante ejemplo de la pronunciación incorrecta en nuestro idioma de alguna letra debida a la ignorancia colectiva propiciada y fomentada por los medios de comunicación:

¿Recuerda usted a "Bin" Laden?

Ben Laden en realidad en todas las lenguas vernáculas españolas ya qué la partícula qué en árabe significa "hijo de" o "hijos de", en todas las lenguas españolas se escribe y pronuncia "Ben" (Banū (en árabe, بنو), benī o banī (بني) en árabe quiere decir «los hijos de» o «descendientes de») cómo lo atestiguan los nombres de muchas de nuestras poblaciones en la península cuyas fundaciones son (en muchas ocasiones de forma injustificada porque ya existían antes de que esas gentes las tomasen y se apoderasen de ellas convirtiéndolas en su "solar" familiar) atribuidas a los integrantes de algunas familias durante los más de ochocientos años de esa ocupación musulmana:

Benafer, Benafigos, Benassal, Benicarló, Benicasim, Benlloc, Benageber, Benaguacil, Benavites, Benegida, Benetuser, Beniarjó, Beniatjar, Benicolet, Benicull, Benifairó de la Valldigna y Benifairó de los Valles, Benifayó, Beniflá, Benigámin, Benimodo, Benimuslem, Beniparrell, Benirredrá, Benisanó, Benisoda, Benisuera, Benasau, Benejama, Benejúzar, Benferri, Beniarbeig, Beniardá, Beniarréss, Benidoleig, Benidorm, Benifallim, Benifato, Benichembla, Benijófar, Benilloba, Benillop, Benimantell, Benimarfull, Benimasot, Benimeli, Benisa, Benitachell... y eso sin salir de mi querida tierra valenciana.

En Andalucía encontramos; Benacazón, Benadalid, Benahadux, Benahavís, Benalauría, Benalmádena, Benalúa, Benalúa de las Villas, Benalup-Casas Viejas, Benamargosa, Benamaurel, Benamejí, Benamocarra, Benaocaz, Benaoján, Benarrabá, Benatae, Benitagla, Benizalón y Bentarique.

Y podríamos seguir dando ejemplos porque hasta en Huesca, Aragón, en los Pirineos, también encontramos algunas poblaciones cuyos nombres tienen ese origen musulmán de "hijos de", tal y como Benarre, Benasque o la desaparecida Bentué de Rasal.

Así pues, nuestros periodistas bebieron gozosamente de la incultura estadounidense qué les llevó a escribir "Bin" tras una posible crónica o información telefónica donde alguien igualmente inculto leyó "Ben" pronunciándolo "Bin" y la estupidez y el  garrafal error se institucionalizó con la entusiasta colaboración de todos los periodistas y medios en español.

Pruebe a cambiar esa "E" del "Ben" inicial por la pronunciación anglosajona de "I"... ¿"Binidorm"?... ¡No me haga reír!.

 

Las lenguas vernáculas

La palabra vernáculo (en latín: "vernacŭlus", literalmente "nacido en la casa de uno") significa propio del lugar o país de nacimiento de uno, nativo, especialmente cuando se refiere al lenguaje.

Así es, para la mayoría de nosotros con el castellano, una de las lenguas vernáculas de la península denominada de forma general cómo español aunque lo cierto es que todas las lenguas de la península son, hablando con propiedad, españolas y pueden denominarse igualmente español.

El término vernáculo es usado (provocando cierta confusión, todo sea dicho) en el contexto del lenguaje para referirse a la lengua materna de los hablantes cuando predomina una lengua ajena distinta a la materna.

En función de esa definición, la lengua guaraní, por ejemplo, o la aimara, o la quechua, o la mexica, o la oneida, o la cheroki, o la dakota, o la ná-dee, o el hawaiano, o el fiyano, o el samoano, o el tágalo, etc. son lenguas vernáculas en tanto en cuanto el español no sea la lengua materna de quienes las hablan.

Sin embargo, la aculturación forzada en la península por los genocidas invasores romanos consiguió eliminar casi por completo no solo nuestra población sino también la lengua Spana original y sus variantes locales.

En consecuencia las lenguas vernáculas de la península Spana, todas (al igual qué las de todos aquellos pueblos que fueron conquistados, sometidos y aculturizados por el pueblo romano), son en realidad una suerte de latín mal hablado influido por interpretaciones locales, pronunciación y vocablos residuales, no lenguas propias diferenciadas.

Esto lo vemos, por ejemplo, en qué si usted entra en un suministrador de fontanería en cualquier pequeña población valenciana cuyos habitantes aún conserven la lengua valenciana cómo su lenguaje materno y pide, en valenciano, "donam un colse de metall de tal mida" ("dame un codo de metal de tal medida") con un elevado grado de certeza le van a ofrecer un codo de bronce.

Y si usted le dice al dependiente que no, qué lo quiere de hierro, por ejemplo, es altamente probable que le reprenda diciéndole "si el volía de ferro haber-ho demanat de ferro", "Si lo quería de hierro haberlo pedido de hierro", lo que denota el posible origen spano de la palabra "metal" y su variante vernácula en valenciano "metall" ya qué para que tan solo designe al bronce, debió establecerse cuando el bronce era lo único que se denominaba metal.

 

Las finalizaciones en -ia

Cuando una palabra se acaba en -ia se está declarando qué se hace referencia a la "tierra de" y así lo vemos, por ejemplo, en Galia, Tierra de los Galos, Francia, Tierra de los Francos, Italia, Tierra de los Ítalos, Britania, Tierra de los Britanos, Germania, Tierra de los Germanos, Alemania, Tierra de los Alemanes, etc.

 

Así pues, al Reino del Océano se le denomina SPANIA, la tierra de los SPANOS y en consecuencia nosotros, todos, somos SPANOS.

El resto de denominaciones con las que se nos conoce son las qué nos pusieron otros pueblos y se nos imponen para robarnos la conciencia de ser un mismo pueblo.


 

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